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viernes, 11 de marzo de 2016

Un pingüino nada 8.000 km cada año para ver al hombre que le salvó la vida

Un albañil jubilado de Brasil salvó hace seis años a un pingüino de la muerte. Desde entonces, cada año, el ave nada 8.000 km para encontrarse con su salvador. En una entrevista en la cadena Globo TV, el brasileño asegura que el pingüino es casi como su hijo. “Solo yo puedo tocarle", explica.

Todo arrancó en 2011 cuando João Pereira de Souza evitó que muriera un pingüino de Magallanes blanco y negro que estaba cubierto de alquitrán y moribundo en una playa cercana a su casa en el sureste de Brasil. João limpió al pingüino, le dio de comer sardinas, y cuando estuvo fuerte y sano, volvió a llevar el ave de regreso a la playa, esperando que se fuera lejos, o al menos eso esperaba.
Dindim, nombre con el que bautizó al pingüino, no volvió a separarse de su salvador. La pequeña ave se negó a volver a su hábitat natural, las islas Malvinas, situadas a 8.000 kilómetros de distancia entre las fronteras de Chile y Argentina, pese a que João Pereira de Souza lo intentó en más de una ocasión.
Un día, este jubilado se subió a bordo de un barco y se sumergió mar adentro con el pingüino, lejos de la tierra firme y allí, en mitad del océano lo soltó de nuevo. Sin embargo, cuando volvió a su casa se sorprendió al ver que estaba esperándole.
Es conocido que los pingüinos de Magallanes migran miles de kilómetros entre las zonas de cría en la Patagonia y las zonas de alimentación más al norte, pero Dindim parece que le ha cogido cariño al caluroso clima y las cálidas temperaturas de Rio de Janeiro donde vive con Souza en la playa.




Ocho meses en Brasil y cuatro en Patagonia 
En una entrevista en la cadena brasileña Globo TV, el brasileño asegura que el pingüino es casi como su hijo. “Solo yo puedo tocarle. Si otra persona intenta acariciarle, le ataca”, cuenta. “Se acuesta en mi regazo, me da duchas y me dejar alimentarle con sardinas.” Este simpático animal vive ocho meses en Brasil y otros cuatro en la Patagonia.
Esta historia ha despertado la curiosidad de la comunidad científica que no entiende este fenómeno tan poco común. El biólogo o Joao Paulo Krajewski aseguró que “no ha visto nada igual”. Hay cosas que a veces no se pueden explicar. Solo se sienten.

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