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viernes, 16 de septiembre de 2011

Estados de ánimo y luz solar


Con la llegada del otoño y del invierno, una persona de cada tres siente un descenso en su energía, sufre pérdidas de motivación y sus pensamientos se hacen más lentos.
La luz es capaz de arrastrar con ella todos nuestros ritmos biológicos. La influencia de la luz del Sol sobre nuestro humor y sobre nuestros instintos es bastante evidente, tanto así que no nos suele resultar extraño estar más felices en primavera que en el invierno, donde el acortamiento de los días y la disminución de luz solar son los responsables de los síntomas que caracterizan la llamada depresión estacional.
La luz ejerce una influencia directa en las personas y en los animales. Muchas de las funciones de nuestro cerebro emocional (aquellas capas del cerebro más profundas encargadas de controlar las emociones y fisiología del cuerpo) son incluso controladas por la luz solar. Esto lo vemos por ejemplo, en los animales que viven en la naturaleza sin la influencia de fuentes artificiales de luz, siendo la duración de los días y sus horas de luz lo que determina los momentos en los que se acuestan y se levantan.
Antiguamente pasaba lo mismo con las personas. El dominio del fuego y de la luz eléctrica hizo que nos alejásemos en gran medida del control que el ciclo natural de la luz ejerce sobre nosotros.
La luz actúa sobre el apetito, la libido, los ciclos de sueño, la temperatura, los ciclos menstruales, el metabolismo, y sobre todo, en el humor y en nuestra energía para actuar. Entre los meses de noviembre y marzo, en prácticamente el 10% de las personas que viven por encima del paralelo 40 (Madrid en Europa y Nueva York en América)** estos síntomas alcanzan la proporción de una auténtica depresión y aunque se trate de síntomas más físicos que psicológicos, no deja de hacerse notar en el día a día de las personas.

Para hacer frente a todos estos síntomas cada vez más habituales, desde la década de 1980 se llevan realizando estudios e investigaciones que han explorado la utilidad de la terapia mediante la luz para las depresiones de carácter estacional. Descubrieron que 30 minutos de exposición diaria a una luz artificial muy fuerte (20 veces más luminosa que una bombilla normal) podía curar los síntomas de la depresión invernal en dos semanas. El problema era que los pacientes se quejaban mucho por tener que someterse cada día a una luz tan fuerte durante 30 minutos.
En el transcurso de los últimos años, se han introducido enfoques totalmente nuevos. Uno de estos enfoques consistiría en dejarse despertar poco a poco mediante la simulación de un amanecer natural (en los casos que no sea posible tener un despertar con un amanecer real). Existen por ello, almohadas programadas para comenzar a iluminarse a una hora determinada, consiguiendo así un despertar relajado y algo parecido a la entrada de luz por la mañana. Y es que nuestro cerebro y nuestro cuerpo están adaptados perfectamente a la señal del amanecer.
Desde que los primeros rayos de luz pasan por nuestros párpados cerrados, por muy leve que sea la intensidad de la luz, nuestro cerebro ya comienza a recibir la señal de que es hora de comenzar a preparar la transición fuera del sueño. De esta forma, el despertar sucede de manera natural y el sueño no es interrumpido forzosamente como suele suceder la mayoría de las veces. Simplemente asegurándonos que nuestro momento del despertar sea así, estaremos cambiando y mejorando el transcurso del resto del día, nuestra energía y nuestros procesos fisiológicos.

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